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sábado, abril 08, 2006

Miradas urbanas 

Estaba sentada en uno de los asientos que quedaban libres junto a las ventanas del cercanías de la línea C1. Fuera llovía. Llevaba el pelo suelto, y las puntas de mis flequillos goteaban a intervalos sobre mi rebeca de lana azul añil.
En el cristal de la ventana, las gotas se estiraban trémulamente en contra de la velocidad.

En mi cabeza Nothing else matters en la melodía mas dulce de Metallica, despertaba en mi, nostalgia de caricias que quedaron atrás. Perdida en mi mundo de pensamientos, sobre mis retinas el paisaje se sucedía como rápidas y difusas pinceladas del verde ocre del paisaje, que se volvieron progresivamente más nítidas a medida que el tren paraba en el apeadero. La gente subía y bajaba del tren. Por unos minutos la serenidad que a esa hora se adueñaba de la linea de cercanías se rompía, hasta que los nuevos pasajeros volvían a sus nuevos asientos hasta la próxima parada.
En la tercera parada de mi recorrido, la primera en la gran ciudad, el vagón se quedó desierto, y yo me quedé sola con la canción que todavía sonaba en mi cabeza. Miraba las gotas que resvalaban a través del cristal, ahora verticalmente. Detras, manchas de color se movían con rapidez sin orden aparente. Hasta ue una de ellas, azul oscuro apareció ante mis ojos, detras de las gotas del cristal. Encontré en medio de la multitud la mirada de un guardia de seguridad, joven, que me miraba con atención y cierta curisidad. Sonrió. Sorprendida y algo incómoda le devolví la sonrisa, entonces como quien recuerda una interesante anécdota alzó las cejas. Se giró dandome la espalda mientras sus manos rebuscaban en los bolsillos del pantalón con la misma elegancia con la que un mago prepara su número. Cuando el giro lo devolvió a su posición original apareció ante mi atenta mirada con una gran nariz roja de payaso y un gesto de sorpresa muy exagerado. No pude conterme y sonreí con la misma ilusión de una niña pequeña que acaba de ver hacer magia. El tren en ese momento reanudó su recorrido y aquel peculiar payaso se despedía de mi agitando la mano en el aire, y haciendome una reverencia.

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