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El sueño de Paris duró menos de lo esperado, tuve que volver. Pero como suele decirse, "nunca se cierra una puerta sin dejar abierta una ventana"...( o algo asi, ya no me acuerdo).
Acabo de volver de un fugaz y breve viaje a la ciudad de mis sueños. Granada. Los resultados de la beca se publicaron hace un par de semanas y definitivamente no me iré a estudiar a Granada el año que viene, asi que decidí cumpli mi promesa e ir a despedirme de los gatos de la Alambra, y acompañar en su trinar al canto del agua de las fuentes con mi tintineo.
No se que tiene esa ciudad, quizas sea su olor a incienso y té, o quizas sean sus montañas, o las melodias del agua en sus fuentes, pero me hace sentir Libre.
En una de sus plazas, entre el bullicio de la gente que viene y que va, que mira sin prisas el tiempo pasar, un hombre tocaba un acordeón acompañado de un viejo pastor aleman de ojos celestes. Él sonrió al cruzarse con el músico. Me cogió de la mano y descolgó habilmente la pesada mochila de mi hombro. La colocó en el suelo y deslizando su brazo por mi cintura aproximó mi cuerpo al suyo. Obedeciendo dulcemente al ritmico discurso del acordeón empezó a bailar ante la curiosa mirada de los transeuntes. Yo, que siempre paso desapercibida, intentaba esconder mis ruborizadas mejillas entre su cuello y su hombro sin dejar de reir. Los ojos de la gente que miraba me hacian cosquillas en el estómago, como cientos de mariposas revoloteando dentro.

Me siento como una de ellas, que vuela libre lejos del suelo, hacia ninguna parte.. Me siento volar, me siento feliz.