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miércoles, mayo 04, 2005

Insensibilidad 

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Su nombre... Dori, no recuerdo por que decidimos llamarla asi.. no queriamos que significara nada, solo... ella, ya era lo bastante bonita como para llamarla.. estrella, o nube, o duna..


Es Navidad, voy a comprar a mi niño algo especial
Un animal, un cachorrito para que puedan jugar
Le separaron de su madre na mas nacer directo a esa puta urna de cristal
Usar y tirar, calienta el verano lo tengo que abandonar
Nadie le dijo que la carretera seria su fiel y fría compañera
Nadie le dijo que en la carretera
moriría destripando en la cuneta

Miles de animales,
son las victimas mortales
de unas mentes anormales
que no tienen
Sensibilidad
Morir bajo las ruedas de un camión, servir de carne de cañón, peleas en clandestinidad, tétricas sesiones de dolor
Bastarda experimentación, con total impunidad
Tras el cristal, por la autopista les ves vagabundear
Sin descansar, sigue buscando sin rumbo su viejo hogar
Un alarido en la noche me estremeció, bajo las ruedas de aquel maldito camión
No es el final, mañana comienza esta historia en otro lugar
¿Como eres capaz de abandonar a un amigo tan leal
sabiendo cual es su final?

Maldigo a la persona que es capaz de maltratar a un animal, ¡¡cuanta irresponsabilidad!!

Ska-p, ¡que corra la voz!

Intento escribir, pero es imposible, su peluda cabeza busca caricias con el hocico húmedo debajo de mis manos. Me hace cosquillas con sus bigotes entre los dedos, y el tacto aterciopelado de su piel calida besa mis muñecas.
Ante mi aparente indiferencia lame levemente el dorso de mis manos, y tira con sus colmillos suavemente de las pulseras de hilo que tengo en la muñeca izquierda.
La delicadeza y la dulzura con la que las muerde me hace sonreír. Si permanezco inmóvil, no tarda en morderme despacito las manos, suave, sin querer dañarme. Casi me hace cosquillas con los dientes. Solo quiere cariño. Tras deleitarme con sus graciosas llamadas de atención, alcanzo un vaso de yogur vacío que hay encima de la mesa y premio su insistencia dejando que acabe ella el yogur, lamiéndolo despacito de mis dedos.

Se acomoda en mis rodillas, y parece que hubiera sido ella la que me adoptó y no yo a ella, hace ya más de trece años. Cuando llegó en los brazos delgados de mi hermano, temblando, escondida entre sus brazos y su camiseta, no era más que una pequeña bolita gris. Una tigresa en miniatura, con ojos pardos, y mirada curiosa. Ahora el tiempo ha borrado sus rayas, y ha suavizado su piel, se ha vuelto más dulce y más blandita, y sus ojos brillan más. Es como una tigresa con rayas descoloridas por los años... y las caricias.
Pasa los días en el jardín, al sol, observa a los pájaros anidar en sus árboles, y las mariposas blancas que bailan a su alrededor. Trepa a los árboles más altos y vigila parsimoniosa, cada movimiento de cada bichito.
Nunca ha conocido las jaulas ni las verjas, siempre fue libre. Hicimos un pacto: Yo la salvaba de morir atropellada en cualquier carretera, y ella me regalaría su cariño. Nunca le puse un cascabel, para no romper el silencio de sus pasos, ni robar su libertad.

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